oigo sus chillidos en el cielo, no nos fijamos en éllos si
no levantamos la vista, observo un grupo de vencejos, probablemente jóvenes, de
tras de los adultos que enseñan a sus “aprendices” las artes de la caza en el
aire. Su vuelo es rápido y zigzagueante en pos de insectos voladores
“inexistentes” ante nuestra mirada de simples mamíferos apegados a la tierra.
Sus cuerpos etéreos, parece que están hechos de nubes y de viento, si no fuera
por ese color negro. Son apenas
una línea, ínfimos trazos, semicirculos
estrechos en el cielo. Apenas pesan, son todo plumas con una aerodinámica
perfecta para el vuelo raudo tras sus presas escurridizas; casi no tienen
patas-solo unas minúsculas y vestigiales ya que no necesitan la tierra, lo físico,
casi para nada, solo para la imperiosa necesidad de perpetuar su especie en las
estrechas ranuras del duro basalto de los riscos. Para dormir suben a lo más
alto del firmamento y con el “piloto automático” giran y giran manteniéndose en
una duermevela sanadora hasta que la claridad del día les avisa que miriadas de
insectos invisibles y voladores vuelven a pulular por doquier en su espacio
azul….
Vuelan vencejos
de tras de los insectos
entre las nubes