A primeras
horas de la mañana, un frío gélido, unido a una brisa, que a medida que avanzo
se convierte en viento, me llevan
aterido hasta el alma. El sereno impone su pátina húmeda a las piedras de
volcán y hace que reluzca el camino; ambos compinchados con el sol de frente,
me producen la ensoñación de ir como por una pasarela de plata.
Avanzo a la
carrera para sentir las piernas, las manos apenas se coordinan…. poco a poco,
voy entrando en calor; dejo de luchar y me apoyo en la lanza que utilizo como remo en un mar níveo de almendreros
agitados por el viento. Avanzo
en la hora mágica en donde
todo son siluetas sin volumen, ni forma; solo líneas recortadas contra el cielo
blanco del amanecer. Más tarde vendrá el dorado y el azul…… pero por el
momento, estoy en un espacio sin tiempo, y disfruto dejándome llevar por la nada salpicada
de pétalos dispersos en el aire.
El viento
sopla
dispersando
pétalos
de
almendrero.
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