Busco el sol y sobre todo su calor. Salgo de un bosque mixto y de la
base de un risco, húmedo y frío, para estar “al calentito”. Me encuentro –sin
proponérmelo- un claro del bosque con un suelo de pinocha bien mullido y me
tiendo reconfortado sobre una manta ( para aislarme de las acículas punzantes
de los pinos) coloco la cabeza en mi mochila -que utilizo como almohada- y
disfruto del paisaje.
Me rodean pinos canarios, brezos, vinátigos, jaras y
afollaos en un maravilloso circulo aéreo de verde y silencio. Leo, sesteo, escribo, y
-entre página y página- disfruto de la ingrávida bruma que pone una nota de
misterio a mi soledad.
Después de la vista, mi
sentido preferido es el oído con el que detecto a muchas criaturas
invisibles, que medran escondidas entre el follaje. El canto de los pájaros, las
moscas, las abejas, la fuente cantarina y secreta. Al centro del circulo y ocultos por la bruma, me llegan los
reclamos de los pinzones, el “maullido” de la aguililla, los herrerillos en
grupos familiares, las llamadas de los jóvenes de gavilán, que esperan
solícitos el aporte de comida por parte de sus progenitores, el canto liquido del
petirrojo……. Inmerso en un todo mágico que consuela mi alma, me
convierto en un druida de largas barbas blancas…..
Entre la niebla,
las palomas cruzan
un claro del bosque.
Lleno de sensaciones, como ha de ser.
ResponderEliminar-^-
Pues mezclas muy bien los ingredientes de esa pócima del muérdago para transmitir a tus lectores esos mundos sutiles.
ResponderEliminarPues mezclas muy bien los ingredientes de esa pócima del muérdago para transmitir a tus lectores esos mundos sutiles.
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