En
contadas ocasiones "la mano del hombre" aparece armoniosa en el
paisaje. Diríase que este viejo puente siempre ha estado ahí, desde la mismísina
génesis de los barrancos y el brotar de los pinares. En realidad la propia
naturaleza, por medio de la bruma y el rocío, ha sido la artífice de esta
especie de milagro que ha incluido esta cicatriz en su propia piel.
Lo
cruzo con sumo cuidado y me siento en la ladera de umbría, entre el sotobosque
de escobones, a ver si detecto algún movimiento sospechoso, algún nervio
destensado, algún guiño.....porque en realidad tengo la impresión de que es un
dragón dormido, cuyas escamas pétreas, unen las dos orillas; una hierática
criatura, antaño de fuego, dulcificada por el torrente cantarín que roza sus pies y por los silbidos nostálgicos de
las acículas de los pinos.
Un
viejo puente
uniendo
entre los pinos
las
dos orillas.
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