Los
Herrerillos vienen en pequeños grupos familiares en constantes escaramuzas por
obtener el mejor sitio y el mejor bocado, rápidos y pendencieros, colgándose de
las ramas cuan columpios de plumas.
El
Mosquitero canario, de filiación reciente- cosas de la genética- viene en
solitario con su constante piido, como si tuviera la necesidad de ser
localizado donde quiera que va.
Los
Pinzones -nuevos por estos lares- con su vuelo azul, buscan piñones entre los
pinos y el suelo de pinocha.
Por
el rápido e incisivo toc-toc- toc...y por el fuerte aleteo que le precede, interpreto
la presencia del Carpintero, que descama las ramas de los pinos en busca de los
insectos xilófagos.
Los
Jilgueros, en bandada, lejanos e invisibles si no fueran por sus reclamos finos
y líquidos.
Los
Canarios, con sus piidos de cohesión, de hierba en hierba, buscando semillas.
Los
Cernícalos, celosos guardianes de su territorio, son los que me anuncian -con
cambios en sus voces- de la amenazante presencia de la Aguililla, que sobrevuela
el espacio en círculos veleros y de reconocimiento y que una vez descubierta,
lanza sus lastimeros maullidos.
El
Cuervo, como siempre serio y de riguroso luto, en deambular impenitente, pasa
de largo.
La
Cabecinegra con su potente reclamo, juega a dejarse encontrar entre las
jaras..........Todos huidizos y poniendo terreno por medio ante mi intrusión,
menos el Petirrojo, agrimensor del bosque, que no me tiene ni una pizca de
respeto, y que se me queda cerquita, midiéndose con su pecho rojo, con el
plumaje inflado a modo de abrigo futurista e inalcanzable por la cibernética,
mirándome a media distancia e intrigado con el ceño fruncido como diciendo: pero
.... ¡¡¿que hace este trols en mi territorio!?.Mientras, emite un penetrante reclamo…tics..tics...tics...que
cuando el sol vespertino derrite en oro el paisaje, se alarga lánguido, como
midiendo su reino.
El
Petirrojo
desde
el primer día
viene
a ver quién soy….
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